Las palabras han empezado
a comprenderme,
a tener paciencia y tomarle
el pulso al dolor
mientras vomito la bilis
de mis fracasos en el pozo
amable del poema.
Porque sé que existe una rebelión
a la vuelta de la esquina de cada victoria.
Porque recurro fácilmente al suicidio
y sobrevaloro mis pequeños
esfuerzos seducidos
por alguna causa noble sin importancia.
Porque sé que ninguna
de las religiones que intentan venderme
me ofrecerá el paraíso que yo deseo.
jueves, 7 de enero de 2010
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